Vapor América de Estados Unidos

    El vapor de ruedas América fue construido en los astilleros Mc Kay, de Boston, en 1868, y botado el 22 de febrero del mismo año. Adquirido por Bartolomé Bossi (Comandante de este) y dos socios accionistas: Samuel H. Hale y Zumarán. Bossi fundó una sociedad con el fin de explotar comercialmente la nave. El América desplazaba 1.040 toneladas, tenía motores de 860 HP, y navegaba a una velocidad de 18 nudos. Llegó al puerto de Buenos Aires en septiembre de 1868.

    El sábado 23 de diciembre de 1871, a las 18:30, con el pasaje casi completo y al mando del capitán John Morsse, inició su carrera a Montevideo el vapor “Villa del Salto”. A las 19:00 partió Bartolomé Bossi con el “América” y unos 220 pasajeros, de los cuales más de 100 pertenecían a la primera clase. El “América”, más veloz, sobrepasó al “Villa del Salto”. Las condiciones eran espléndidas, nada permitía presagiar lo que ocurriría bien pasada la medianoche, cuando explotó una caldera del “América”. 

    Un pasajero, el señor Rolh, conocedor de máquinas de vapor, se llegó hasta la sala de máquinas, y tras estudiar la situación, le advirtió al maquinista que las calderas debían ser reparadas con urgencia o se debería disminuir la presión. El maquinista le contestó que le pidió lo mismo a Bossi pero que éste se negaba a perder velocidad, porque su intención era llegar antes que el Villa del Salto a Montevideo. "Esto sucede siempre que los dos vapores viajan a la vez", explicó el maquinista. "Es una manía del Comandante, que en caso contrario nos apuntaría con su revólver". Rolh se inquietó por la situación y subió a cubierta en búsqueda de Bossi. La respuesta del capitán fue lapidaria: "No se preocupe, sé lo que hago". Frente a la respuesta del Comandante volvió a su camarote y preparó los salvavidas.

    A la 1:30, a 25 millas de la costa uruguaya, se oye una gran explosión y el vapor se detiene. El Comandante bajó a la sala de máquinas para averiguar lo que había sucedido y el maquinista le dice que han explotado los tubos. Mientras, la cubierta del barco era el claro reflejo del caos, con hombres desnudos que corrían delante de mujeres elegantes y con sus mejores alhajas; damas en camisón frente a señores con traje. El capitán, muy tranquilo, anunciaba que todo estaba bajo control. Dos explosiones secas, confirmaron que algo andaba muy mal. En la cubierta se producían saqueos y abusos, además de peleas por los salvavidas o los espacios en los botes. Algunos pasajeros quedaban petrificados, sin capacidad de reacción frente a lo que ocurría. 

    Los pasajeros rodearon a Bossi, que ante las preguntas, respondió "Sólo se trata de un tubo, a las 9:00 estaremos en Montevideo". Rápidamente, el fuego comenzó a subir a cubierta incendiando los botes salvavidas. Minutos después, el capitán Bossi se ponía el salvavidas y se lanzaba al agua. Detrás de él saltó el resto de la tripulación. El señor Rolh, demostrando serenidad, fue colocando los salvavidas a su familia y todos juntos se arrojaron al agua.


    El Villa del Salto comenzó a aproximarse. Sobre los restos del América, tres hombres cortaban maderos que arrojaban a los sobrevivientes. Uno de ellos era Joaquín, el único de los marineros que no huyó. Los otros eran Eduardo Otero y Pedro Arrieta, dos hombres empleados del Seminario Conciliar de Buenos Aires que viajaban comisionados al Uruguay en segunda clase. Mientras tanto, en el Villa del Salto, uno de los pasajeros vio una luz hacia el Este, y dio aviso al capitán Morse, quién ordenó dirigirse, a toda máquina, hacia allí. Tardaron más de una hora hasta llegar al lugar del naufragio. 

    El rescate duró dos horas y concluyó a las 5 de la mañana. Entre los rescatados estaba el Comandante Bossi, puesto a salvo en el Villa del Salto. El capitán Morsse lo refugió en su camarote, para evitar incidentes. A las 6 de la mañana el Villa del Salto comenzó a acercarse al puerto de Montevideo. Al llegar Bossi, fue detenido y arrestado en su domicilio, mientras que la tripulación desertora fue a parar a la cárcel. 

    Del Comandante Bossi no se supo nada más, salvo que murió en Niza en 1890; al capitán John Morsse y a los oficiales del Villa del Salto se les confirieron medallas recordatorias. El diario La Nación, en su edición del 30 de diciembre de 1872, convocó una colecta con el fin de recaudar fondos para hacer un monumento. Por todas partes se veían grupos asidos a maderos y puertas. Hubo pasajeros del buque rescatador que se arrojaron al agua para cooperar con los náufragos. El “Villa del Salto” recuperó a 69 pasajeros de los cuales tres murieron a bordo. Entre los 87 sobrevivientes, sólo había seis mujeres y una niña. Al menos veinticuatro mujeres murieron en el naufragio; algunas damas fueron despojadas de sus salvavidas a punta de pistola. 

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