La Taifa de Toledo

Toledo fue la capital del reino visigodo y después de la Marca Media. Su relación con el poder central califal había sido siempre una alternancia entre rebelión y sumisión. Fue en 1010 cuando se produjo la rotura definitiva. Sucedió que Wâdih, general jefe de la Marca, había acudido a Córdoba para intervenir en los revueltos asuntos de la capital y allí fue asesinado un año más tarde. Ante el vacío de poder, las grandes familias toledanas se unieron para gobernar su territorio. Lo hicieron formando una especie de gobierno municipal dirigido por un consejo de notables. Entre ellos destacaron el cadí Abú Bakr ben Muhammad ben Yais, un Ibn Masarra y los Banu Matiyo, entre otros.
Los toledanos, descontentos por las rencillas entre sus dirigentes y por su mala administración, decidieron entregar el gobierno de la taifa al prestigioso Abd al-Rahman ben Di l-Nun, señor de Santaver (actual provincia de Cuenca). Estos eran una familia bereber de la tribu Hawwara llegados a la Península en los primeros tiempos de la conquista musulmana y fueron uno de los linajes más importantes de la Marca Media. Como otras familias bereberes, pronto se arabizaron y cambiaron su gentilicio bereber Zennún por el árabe Du l-Nun. Durante la guerra civil (fitna), apoyaron al califa Sulaymán al-Mustaín quien confirmó a Abd al-Rahman ben Di l-Nun como señor de Santaver, junto con Huete, Uclés y Cuenca.
En 1018, Abd al-Rahman ben Di l-Nun confió la plaza de Uclés a su hijo Ismail, y cuando cierto tiempo después los toledanos lo llamaron para hacerse cargo de la taifa, envió a Ismail. Este fue acogido como soberano del reino, y como tal comenzó a reinar con el título honorífico de al-Zafir en una fecha indeterminada entre pasado 1018 y 1035.
Abú Muhammad Ismail ben Abd al-Rahman al-Zafir, comenzó la dinastía de los Di l-Nun y puso las bases de una gran taifa que destacó en la política, cultura y economía de su tiempo. Fue un hombre culto que hablaba árabe correctamente y conocía de memoria las obras de los antiguos poetas árabes. Se preocupó de la Hacienda Pública y sus gastos fueron modestos, llegando a acumular una gran riqueza. Además, supo sortear con inteligencia las intrigas políticas y consolidar su poder como señor absoluto del reino. Confió los asuntos de gobierno a un personaje local de gran inteligencia y experto en administración llamado Abú Bakr ben al-Hadidí, que llegó a adquirir gran reputación en la ciudad.
Ismail al-Zafir se opuso a cualquier intento de reunificar al-Ándalus bajo la soberanía de un califa. El asunto del falso califa Hisham II, patrocinado por el régulo de Sevilla, provocó desórdenes en la zona de Calatrava y llegó a amenazar la integridad del reino y la estabilidad de su trono. En general este tipo de problemas estuvo presente durante todo su reinado, pero Ismail lo neutralizó con una política de independencia absoluta del reino de Toledo, negándose a jurar lealtad a ningún pretendiente al califato. Luchó contra los cristianos con resultados alternativos, pero logró salvaguardar sus fronteras sin pagar jamás parias.
Ismail al-Zafir murió en 1043, dejando bien afianzado el trono de uno de los reinos taifas más poderosos y fuertes. Le sucedió su hijo Yahya.
Yahya ben Ismail ben Abd al-Rahman ben Di l-Nun al-Mamun, fue el segundo soberano del reino taifa de Toledo y pronto tomó el título honorífico de al-Mamun. Destacó por la opulencia y brillantez de su Corte, rodeándose de sabios y de hombres de letras. Al-Mamun llevó a la Taifa de Toledo a ser la más importante por su relevancia política, solamente comparable con la de Sevilla. Desde el primer año de su reinado, Yahya al-Mamun tuvo un importante enfrentamiento con Sulaymán ben Hud, régulo de la taifa de Zaragoza. El conflicto se inició cuando el hijo de Sulaymán tomó la ciudad de Guadalajara, cuyos habitantes se dividían entre partidarios de uno y otro régulo. En respuesta, al-Mamun marchó contra la ciudad, pero fue derrotado y tuvo que refugiarse en Talavera, donde fue asediado hasta que Sulaymán ordenó la retirada.
El conflicto continuó cuando al-Mamun pidió ayuda al rey García Sánchez III de Pamplona, que devastó el territorio zaragozano. También se alió con el régulo al-Mutadid de Sevilla, que le prometió ayuda, que nunca le prestó, si el toledano reconocía al supuesto Hisham II, y así lo hizo.
Sulaymán ben Hud repitió la estrategia de al-Mamun llamando al castellano-leonés Fernando I que, previo pago de grandes sumas de dinero, se dirigió contra Toledo, con lo que obligó al toledano a pedir la paz. Pero Sulaymán rompió el acuerdo y, aprovechando el enfrentamiento de al-Mamun con un hermano, se dirigió contra Medinaceli, lo que obligó a al-Mamun a acudir para defender la plaza. La muerte de Sulaymán ben Hud en 1046 puso fin a la contienda.
En 1051, las ambiciones expansionistas de al-Mamun lo llevaron a intentar apoderarse de la taifa de Badajoz, pero el régulo aftasí al-Muzaffar se defendió de lo que no pasaron de ser riñas fronterizas. Desde 1057 se reanudaron los ataques del castellano-leonés Fernando I en la frontera septentrional del reino, hasta que al-Mamun compró la paz pagando parias y aceptando la dependencia a Castilla.
En 1065 Fernando I atacó la taifa de Valencia venciendo en Paterna, pero tuvo que retirarse al encontrarse enfermo. Al-Mamun, que tenía una hija casada con el indolente y débil régulo valenciano Abd al-Malik Nizam al-Dawla, envió tropas a su yerno. A continuación, no se sabe con certeza la causa, se apoderó de Valencia de forma pacífica mediante un ardid y recluyó a Abd al-Malik en Cuenca o en Uclés. Para gobernar la taifa en su nombre puso a Muhammad ben Abd al-Aziz ben Rubas, visir de Valencia, dedicándose al-Mamun a proseguir su pugna con los abbadíes de Sevilla por el control de Córdoba. Valencia estuvo bajo dominio toledano hasta 1075.
Después de hacerse con Valencia, al-Mamun intentó apoderarse de la ciudad de Córdoba, pero tenía en al-Mutadid, régulo de Sevilla, un duro competidor. A pesar de ello, ocupó Almodóvar y acordó con el sevillano, antes de su muerte en 1069, la entrega de Carmona, que le había sido cedida por su régulo a cambio de un castillo en tierras toledanas, si al-Mutadid lo ayudaba a tomar Córdoba. Al-Mamun cumplió el pacto, pero el sevillano no lo hizo.
En 1070, al-Mamun tuvo que enviar un gran ejército contra Córdoba, ya que el nuevo régulo sevillano, al-Mutamid, tampoco respetó el pacto. Los cordobeses pidieron y recibieron la ayuda de Sevilla, pero las tropas de al-Mutamid, después de rechazar a las de al-Mamun, ocuparon la ciudad y depusieron a su mandatario Abd al-Malik, poniendo como gobernador en nombre de su rey a Siray al-Dawla Abbad, hijo de al-Mutamid.
En 1072, Sancho II de Castilla tomó prisionero a su hermano Alfonso VI de León en la batalla de Golpejera y consintió que éste se exiliara en la Corte de al-Mamun. Alfonso VI permaneció varios meses en Toledo hasta que murió Sancho II, lo que le permitió recuperar su trono y obtener el de Castilla.
En enero de 1075, un personaje caído en desgracia en Córdoba llamado Hakam ben Ukasa se levantó en la capital y proclamó a al-Mamun, el cual se presentó rápidamente en la ciudad y tomó posesión de ella. En junio de aquel mismo año, seguramente envenenado, murió al-Mamun. Ibn Ukasa gobernó en Córdoba, bajo la soberanía de Toledo, hasta 1078 en nombre de al-Qadir, nieto y sucesor de al-Mamun.
Yahya ben Ismail ben Yahya al-Qadir, sucedió a su abuelo al-Mamun al morir su padre Ismail con anterioridad. Tomó el título honorífico de al-Qadir. La debilidad de su carácter y sus escasas luces impulsaron a otros reyes de taifas a ambicionar sus tierras. En 1075 se produjo una algarada de los toledanos en protesta por los gravosos impuestos que tenían que pagar para sufragar las parias a Alfonso VI. Al-Qadir eludió su responsabilidad permitiendo el asesinado de su visir Ibn al-Hadidi, que incrementó las disensiones interiores. En ese mismo año, la inestabilidad en el reino de Toledo fue aprovechada por Abu Bakr para proclamarse régulo de Valencia, abandonando su obediencia a al-Qadir.
En 1078 perdió Córdoba a manos de al-Mutamid de Sevilla, que también le arrebató territorios hasta Talavera. También perdió territorios frente a los ataques de al-Mugtadir de Zaragoza, que tenía la ayuda de Sancho Ramírez de Aragón.
En 1080, los toledanos, hartos de mal gobierno de al-Qadir, decidieron que no estaban obligados a obedecerle y llamaron en secreto a al-Mutawakkil, regulo de Badajoz, para sustituirlo. Enterado al-Qadir, huyó a Huete, pero su gobernador no le permitió la entrada y tuvo que refugiarse en Cuenca. Entre tanto, al-Mutawakkil se instaló en Toledo. Desde Cuenca, al-Qadir negoció con Alfonso VI para que lo ayudara a recuperar su capital. El castellano-leonés aceptó prestar su ayuda y juntos fueron contra al-Mutawakkil, que se vio obligado a volver a su reino en 1081. Al-Qadir fue repuesto en Toledo y tuvo que entregar a Alfonso VI los castillos de Zorita, Cantearías y Canales.
Durante cuatro años, al-Qadir permaneció en Toledo, atemorizado por sus súbditos y perdiendo territorios debido a los ataques de las taifas de Sevilla y Zaragoza. Ante la inutilidad de resistir, ofreció a Alfonso VI la entrega de Toledo a cambio de su ayuda para lograr la taifa de Valencia. Entre 1083 y 1084, siguiendo lo pactado y con al-Qadir en su alcázar, el castellano-leonés asedió la ciudad. Los toledanos resistieron hasta que tuvieron que pactar la rendición en 1085. Al-Qadir se retiró, seguramente, a Cuenca y salió de la historia del reino taifa de Toledo para entrar en la del reino de Valencia.
La pérdida de Toledo supuso un doloroso acontecimiento para todo al-Ándalus y provocó que las demás taifas, sintiéndose amenazadas, llamaran a los almorávides a la Península.
Ramón Martín

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