La Virgen del Jilguero


Realizado entre 1505 y 1506, es un óleo sobre tabla, de 107 X 77 cm.

Es un cuadro ideal para entender el arte del Cinquecento italiano. Los artistas buscaban un mayor naturalismo en las posturas y el movimiento de las figuras, pero no estaban dispuestos a prescindir del orden, el equilibrio y la simetría. Para solucionar esto, se les ocurrió la genial idea de enmarcar a los personajes dentro de figuras geométricas estables, como el triángulo o el cuadrado. De este modo, aunque sus gestos parezcan más naturales, el efecto general que transmite la obra es de reposo y armonía. En este caso, las tres figuras forman un triángulo perfecto.

La Virgen está sentada en una roca leyendo un libro, mientras controla que su hijo y su sobrino no se desmadren. San Juan Bautista va vestido con su habitual traje de pieles. Con cara de emoción, le enseña a su primo un jilguero que ha conseguido atrapar. El Niño le mira a los ojos y alarga la mano para tocar al pajarillo, pero está serio y pensativo. El jilguero simboliza la Pasión y se supone que él ya conoce su futuro, es bastante común que el Niño Jesús tenga cara de resabiado en los cuadros, mientras que San Juan tiene un aspecto más infantil. Los tres personajes quedan unidos por sus miradas, que forman también un triángulo más pequeño. El detalle del Niño pisando a su madre es una delicia. Sus pies están colocados exactamente en la misma posición que los de ella, como si fuese un reflejo suyo.

El paisaje recuerda un poco a los que pintaba Leonardo, con ese pequeño desnivel en primer término, a los pies de las figuras, como el de “La Virgen de las Rocas”. También por el uso del sfumato y la perspectiva aérea, que hace que las formas se desdibujen a medida que se alejan, tiñéndose de un tono azulado. A su maestro Perugino, le copió esos arbolillos de hojas escasas y troncos largos y delgados que siempre aparecen en sus obras y que parece imposible que puedan mantenerse erguidos.

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