Raimundo Fernández-Villaverde y García de Rivero. 99º Presidente en 1903 y 102º en 1905

Durante el reinado de Alfonso XIII (1902-1931, segundo Presidente del Consejo de Ministros desde el 20 de julio al 5 de diciembre de 1903; y quinto desde el 27 de enero al 26 de junio de 1905. 




Raimundo Fernández-Villaverde y García del Rivero, marqués de Pozo Rubio. Nacido en Madrid el 20 de enero de 1848 y fallecido en Madrid el 15 de julio de 1905 Diputado desde 1872 por el Partido Conservador de Cánovas, fue gobernador civil de Madrid en 1884, y ministro de la Gobernación en 1885 y en 1890 de Gracia y Justicia. Enfrentado a Cánovas, se unió a los miembros descontentos del Partido Conservador que lideraba Silvela. Se hizo cargo en dos ocasiones (1899 y 1902) del Ministerio de Hacienda, donde puso en orden las finanzas coloniales y sentó las bases de una nueva reforma tributaria. En 1903 y 1905 fue por breve tiempo presidente del Consejo de Ministros.

    Adscrito al Partido Conservador, durante el reinado de Amadeo I salió elegido diputado por Caldas (Pontevedra), y fue uno de los diecisiete miembros de las Cortes que se opuso a la proclamación de la Primera República. Tras la restauración de la monarquía de los Borbón con Alfonso XII, desempeñó los cargos de concejal del Ayuntamiento de Madrid, subsecretario de Hacienda en los años 1880 y 1881, y gobernador civil de Madrid en 1884.

    Con Antonio Cánovas del Castillo como presidente del Gobierno, fue en 1885 ministro de Gobernación en substitución de Francisco Romero Robledo. Ya durante el reinado de Alfonso XIII ocupó entre 1890 y 1891 la cartera de Gracia y Justicia, y nuevamente la de Gobernación en 1892, puesto en el que reemplazó a José de Elduayen y en el que sería substituido por Manuel Dánvila y Collado.

    Raimundo Fernández Villaverde se enfrentó a Cánovas del Castillo a causa de la negativa de éste a permitir la inspección del Ayuntamiento de Madrid, cuyo alcalde, Alberto Bosch, protegido por Romero Robledo, había sido denunciado por corrupción en reiteradas ocasiones. Fernández-Villaverde, tras confirmar la imposibilidad de trasladar el asunto a los tribunales, abandonó el Ministerio de Gobernación y se integró en la facción disidente encabezada por Francisco Silvela, cuyo órgano de prensa fue El Tiempo.

    La muerte de Cánovas del Castillo en 1897 y la crisis colonial de 1898 aceleraron el proceso de desintegración del Partido Conservador. En este contexto fue nombrado ministro de Hacienda y de Ultramar en el Gobierno presidido por Silvela, cargo que desempeñó entre 1899 y 1900. Además de llevar a cabo la supresión del Ministerio de Ultramar, Fernández Villaverde intentó sanear la Hacienda pública, sumida en una profunda crisis como consecuencia de los gastos de guerra, mediante la reducción de la inflación y la nivelación de los presupuestos.

    En el proyecto de ley de presupuestos de 1899-1900, presentado por Fernández Villaverde al Congreso el 17 de junio de 1899, se establecían como medidas inmediatas el pago de las deudas coloniales por parte del Gobierno, la suspensión de la amortización de la deuda pública y la creación de un impuesto del 20% sobre los intereses devengados por títulos de deuda. Asimismo, se preveía una reforma tributaria en la que se incorporaba la contribución por utilidades de la riqueza mobiliaria, impuesto que provocó una fuerte oposición en todo el país, sobre todo entre la burguesía de Cataluña y del País Vasco, protesta a la que se unieron las organizaciones obreras.

    En Barcelona tuvo una especial intensidad la contestación, protagonizada por los gremios de comerciantes agrupados en la Lliga de Defensa Industrial i Comercial. Los síndicos de los gremios decidieron a principios de julio no pagar las contribuciones del último trimestre del año, con lo que se iniciaba el movimiento conocido como el "tancament de caixes", apoyado por los sectores catalanistas y republicanos. El conflicto originó las dimisiones de los ministros Manuel Durán i Bas, de Gracia y Justicia y Camilo García de Polavieja, de Guerra.

    Estas decisiones fueron seguidas por un endurecimiento de la represión del Gobierno, que decidió actuar contra los morosos mediante embargos y encarcelamientos. La respuesta fue una huelga general de los comerciantes, que se prolongó durante una semana. El pleito se resolvió el 17 de noviembre de 1899 en favor del Gobierno, aunque para la mayor parte de los sectores sociales catalanes supuso un éxito moral, hecho que les permitió reclamar la retirada del proyecto de ley de descentralización administrativa elaborado en esos meses y que era considerado insuficiente.

    La negativa gubernamental a satisfacer esta contrapartida fue entendida por la burguesía catalana como un abandono de las actitudes regeneracionistas y como una nueva demostración de poder de las tendencias centralistas. A pesar de la impopularidad de las medidas que Fernández Villaverde adoptó al frente del Ministerio de Hacienda, por primera vez después de muchos años se puso fin al déficit hacendístico y se logró controlar la inflación.

    Raimundo Fernández Villaverde volvió a ser ministro de Hacienda en los Gobiernos presididos por Silvela; en el primero fue relevado por Manuel Allendesalazar y en el segundo por Faustino Rodríguez San Pedro. Elegido presidente del Congreso tras la apertura de las Cortes, en mayo de 1903, la creciente protesta obrera y estudiantil, el fracaso de la experiencia regeneracionista y la pérdida del liderazgo en el Partido Conservador obligaron a Silvela a abandonar la presidencia, que pasó a ocupar Fernández Villaverde entre julio y diciembre de 1903. La inestabilidad social (huelga de mineros en Vizcaya en el mes de octubre, paros en Barcelona y Huelva) y parlamentaria (dificultades para aprobar los presupuestos), así como la falta de apoyo en su partido, le impulsaron a presentar la dimisión, siendo substituido por el también conservador Antonio Maura.

    Volvió a presidir el Consejo de Ministros entre enero y junio de 1905, periodo en el que trató de llevar a cabo un programa de reformas económicas similar al que había defendido en otras legislaturas (equilibrio presupuestario, medidas deflacionistas, etc.). Sin embargo, su principal inconveniente fue la debilidad y el aislamiento del Gobierno, sobre todo a causa de la falta de apoyo parlamentario, no sólo de la oposición sino también de un amplio sector de su propio partido favorable al liderazgo de Maura, representante del regeneracionismo conservador. Una proposición presentada en junio de 1905 por carlistas y republicanos puso en evidencia esta situación, puesto que a la derrota del Gobierno contribuyeron los 109 votos en contra de diputados conservadores (sólo 27 conservadores votaron a favor).

    El resultado de esta votación impulsó al rey a llamar a los liberales para formar Gobierno, circunstancia de la que era consciente Maura cuando propició la dimisión de Fernández Villaverde. En lo que respecta al Partido Conservador, la cuestión del liderazgo se resolvió en menos de un año, debido fundamentalmente a la desaparición de sus principales dirigentes (Silvela y Villaverde fallecieron en 1905 y Romero Robledo en marzo de 1906), con lo que el poder quedó concentrado en Antonio Maura. Fernández Villaverde perteneció a la Real Academia Española, en la que ocupó la silla ”h” (substituyó a Vicente Barrantes) y a la de Ciencias Morales y Políticas, y presidió la de Jurisprudencia.
Ramón Martín

Comentarios

  1. No conocía tan explícitamente la historia de Raimundo Fernández-Villaverde... Yo siempre me he preguntado, que si no vivimos en una época de reinos, ni reinados, para que sirve un Rey, si no cuando 50 generales hacen un escrito publicado para alentar un golpe de esta, sale a decir nada siendo general de generales... Para qué sirve entonces? Quién representa y vela por el pueblo?
    Interesante como siempre tu artículo. Un abrazo

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    1. Mas interesante aún tu pregunta, de la que estoy totalmente de acuerdo. ¿Nos sacará alguien de dudas?

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  2. Excelente post, como siempre. Tuvo el valor de enfrentarse a Cánovas y la suerte de contar con un sector de descontentos que le apoyaban. Parece que era una persona muy íntegra, que, según apuntas, abandonó el Ministerio de Gobernación y se integró en la facción disidente encabezada por Francisco Silvela. Intentar sanear la Hacienda pública tras una guerra debió ser una labor titánica.
    Gracias por compartir tan buen contenido.
    Saludos.

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    1. Muchas gracias Marco por tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo. Pocos hombres dedicados a la política en general, durante el Siglo XIX pueden ser considerados tan íntegros como nuestro personaje de hoy.

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