María Victoria dal Pozzo della Cisterna, esposa de Amadeo I



    Al ser destronada Isabel II en 1868, España quedó en una situación complicada. Mientras unos defendían un cambio de régimen otros abogaban por encontrar un rey en el extranjero. Fueron estos últimos los que consiguieron imponer su decisión liderados por el general Prim. El elegido sería Amadeo de Saboya. Junto a él, llegaría a España su esposa, una dama de ideas liberales, con un triste pasado, inteligente, culta y decidida a ayudar a los más necesitados. A pesar de que el reinado de Amadeo fue efímero, tres años escasos, María Victoria quedó en el recuerdo de todas aquellas personas que recibieron su sincera solidaridad.

    Maria Vittoria Carlotta Enrichetta Giovanna dal Pozzo della Cisterna nació el 9 de agosto de 1847 en París. Fue la mayor de las dos hijas de Carlo Emanuele dal Pozzo della Cisterna y la condesa Luisa Carolina de Mérode-Westerloo. Pasó su infancia entre el palacio familiar de Turín y el Castillo de Reano donde vivió unos años felices y recibió una esmerada educación, acorde a las ideas liberales de su familia. La pequeña llegó a aprender siete idiomas y estudió ciencias y literatura mientras recibía de su madre una profunda educación cristiana, todo ello en un ambiente dominado por la austeridad. 

    Pero aquellos días tranquilos existencia se vieron truncados con la repentina muerte de Carlos Emanuele en 1864. Aquel fatídico acontecimiento provocó la enajenación mental de su madre quien se negó a enterrar el cadáver de su esposo al que veló durante largas noches acompañada de sus dos hijas. Aquello terminaría con la vida de Beatrice, su hermana pequeña, quien fallecería de tifus un mes después. Maria Vittoria viviría entonces un tiempo recluida y junto a una madre totalmente ajena al mundo real.


    Maria Vittoria abandonaría su vida cubierta de luto y tristeza al conocer a su futuro esposo. Amadeo de Saboya, hijo del que se convertiría en el primer rey de la Italia unificada, Victor Manuel, se enamoró desde el primer momento que vio a la joven y no dejó de agasajarla con notas y regalos y propiciar sus encuentros. Su insistencia dio frutos y la pareja contrajo matrimonio en 1867. Maria Vittoria sería conocida desde entonces como princesa de Italia y duquesa de Aosta. Dos años después nacería su primer hijo, Manuel Filiberto, y un año después Victor Manuel.

    Aquel 1870, Amadeo viajaba a España para tomar posesión del trono. El general Prim, quien fallecería en un atentado antes de ver al rey saboyano ejerciendo su cargo, fue el principal artífice de aquella difícil elección. Un año después, llegaba la nueva reina Maria Vittoria con sus dos hijos pequeños ante el escepticismo y la resistencia de buena parte de la sociedad española. Los recién estrenados reyes lo tuvieron muy difícil para ejercer su nueva tarea, sobre todo a causa del rechazo abierto de la nobleza. Maria Vittoria no sólo sufrió el vacío de la alta sociedad sino que tuvo que soportar las infidelidades de su marido quien pronto inició una relación amorosa con Adela de Larra, hija del escritor Mariano José de Larra.

    Maria Victoria se volcó en las obras de beneficencia y en ayudar a los más necesitados en estrecha colaboración con Concepción Arenal, quien fue una de las pocas amigas que tuvo en su estancia en España. El más conocido de sus actos benéficos fue la creación de la primera guardería en nuestro país. Después de conocer las difíciles condiciones de las mujeres que debían lavar la ropa en el río Manzanares durante largas jornadas con sus hijos a su lado, decidió crear un centro en el que los pequeños pudieran permanecer en condiciones saludables mientras sus madres trabajaban. Tiempo después fundaría también una casa-escuela para los hijos de las cigarreras y un hospicio para niños necesitados.


    En 1873 nacía Luis Amadeo, tercer hijo de la pareja. Un mes después, agotado y sin apoyo de los políticos, Amadeo I de Saboya decidió abdicar. Sin ningún tipo de acto oficial, partían de España rumbo a Lisboa, con la triste sensación de no haber cumplido con su deber. Instalados definitivamente en Turín como duques de Aosta, María Victoria continuó con sus labores solidarias hasta que la muerte le sobrevino con tan sólo veintinueve años el 8 de noviembre de 1876 en Villa Dufour, en San Remo. Enterrada en la Basílica de Supergade de Turín, son las lavanderas españolas las que le rinden eterno homenaje en su epitafio.





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