Incendio del vapor General Slocum
El 15 de junio de 1904,
un cálido día de verano de hace 113 años, un grupo de luteranos salió de
picnic en Nueva York. El paseo terminó en un desastre en el que más de mil
alemanes murieron. Fue un golpe del que esa comunidad nunca se pudo recuperar.
El General
Slocum, había sido construido en 1891, era un vapor de ruedas que surcaba el
río Este desde y hacia Long Island. Habia recibido ese nombre en honor a
un antiguo general de la Guerra Civil y congresista de Nueva York Henry Warner
Slocum.
Para su 17º picnic anual, la Iglesia
Luterana de St Mark del Lower East Side arrendó un vapor de ruedas, el General
Slocum, para navegar por el río Este hasta Long Island, donde los
excursionistas podrían relajarse y divertirse. Cuando la nave de tres pisos de
madera pasó por la calle 81, empezó un incendio bajo la cubierta en una cabina
de lámparas llena de trapos grasientos.
Según los reportes, un niño de 12
años alzó la alarma pero inicialmente el capitán William Van Schaick no le
creyó. Cuando finalmente se dio cuenta de que efectivamente había un incendio,
siguió su camino convencido de que se podía contener. Los pasajeros empezaron a
darse cuenta de que no era así y algunos empezaron a tirarse al agua y a
ahogarse. Los botes salvavidas del barco estaban en malas condiciones. Las
mangueras de incendio estaban podridas. Los informes después dijeron que las
madres le ponían salvavidas a los niños y los bajaban al agua, sólo para verlos
ahogarse en la rápida corriente. 1.021 personas se ahogaron o murieron en el
incendio.
El día después del desastre del
General Slocum, la prensa publicó que "hombres cargando camillas con
víctimas de la calamidad empezaron a llegar a la estación Avenida Alexander. Al
principio se tenía la esperanza de que ese lugar sería lo suficientemente
grande para albergar a los muertos".
Las reverberaciones continuaron en
Kleindeutschland, el área que rodea lo que ahora se conoce como Ciudad Alfabeto
por sus avenidas A, B, C y D, que era una zona completamente alemana en esa
época. En cierto momento, Nueva York era -después de Berlín y Viena- la ciudad
germanoparlante más grande del mundo y la gente vivía junta: los prusianos en
un ala, los bávaros en la otra. Cientos de familias en esta unida comunidad
quedaron desconsoladas y, después de la catástrofe, el número de suicidios
aumentó. Una vibrante comunidad con la confianza suficiente como para vestirse
con sus mejores trajes y arrendar un bote para ir a su picnic anual se volvió
negativa y deprimida. El imán que había mantenido a la gente unida perdió su
poder.
También es cierto que la Primera
Guerra Mundial hizo que las comunidades alemanas se volvieran tan invisibles
como les fue posible. Kleindeutschland desapareció. Sin embargo, quedó un
rastro. En Tompkins Square Park, que alguna vez estuvo en el corazón de
Kleindeutschland, está la Fuente en Memoria del Slocum, dedicada en 1906 y
donada por la Sociedad de la Simpatía de las Damas Alemanas. Es una fuente para
beber que todavía calma la sed de los sedientos, con su agua fría que brota de
un surtidor con la forma de la cabeza de un león. Está hecha de mármol rosa de
Tennessee y tiene a dos niños que miran hacia el mar.
Es un monumento a los muertos de ese
día, por supuesto, a la vez que también es un tributo a la gran contribución
que hicieron los alemanes a la construcción de Estados Unidos.
En enero de 1906, el capitán William
Van Schaick fue condenado por negligencia criminal y castigado con 10 años de
trabajo forzado. Fue perdonado por el presidente William Taft en 1911. Ni la
compañía de buques de vapor Knickerbrocker ni su presidente fueron castigados.
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