Antonio González y González, 21º Presidente el año 1840, y 27º en 1841-1842

Decimotercer Presidente del Consejo de Ministros durante la regencia de la reina María Cristina de Borbón (1833-1840), desde el 20 de julio de 1840 al 12 de agosto de 1840; y segundo durante la regencia del general Espartero (1841-1843), desde el 20 de mayo de 1841 al 17 de junio de 1842. 




    Una de las principales figuras del Partido Progresista en el siglo XIX, había nacido en Valencia del Mombuey (Badajoz) el 5 de enero de 1792, fue el primer marqués de Valdeterrazo, colaboró activamente en las políticas llevadas a cabo por Juan Álvarez Mendizábal y Baldomero Espartero.

    De familia acomodada, dueña de diversas haciendas en Badajoz, cuyas rentas les permitían una buena situación. Fueron sus padres Tomás González e Isabel González. A los siete años junto a su hermano, es enviado a estudiar al Colegio Valence de Badajoz, aunque los acontecimientos de 1808 truncaron su vida de estudiante. En 1809 se une al movimiento contra la ocupación francesa, ingresando en la compañía de Artillería de la ciudad. A lo largo de la Guerra participó en diversas batallas, como la batalla de La Albuera, siendo condecorado y alcanzado el grado de oficial en 1811.

    Acabada la guerra retoma los estudios, cursando leyes en la Universidad de Zaragoza, donde se gradúa como bachiller en 1819. En dicha ciudad ejerce la profesión de abogado. Se traslada a Madrid atraído por la política del Trienio Liberal, donde se integra. En 1822 es nombrado asesor del Capitán General de Madrid, trasladándose al año siguiente a la Capitanía General de Andalucía. Es designado fiscal en el Tribunal especial de Guerra y Marina, pero con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, enviados por la Santa Alianza para reponer el absolutismo en España, abandona su trabajo y busca refugio, junto a otros liberales, en Cádiz.

    Repuesto Fernando VII, inicia éste una brutal represión contra todos los que habían soñado implantar el liberalismo político y modernizar España. Es lo que se conoce como la Década Ominosa, que obliga a muchos liberales a buscar refugio en el extranjero. En Gibraltar se acogen algunos de esos liberales, entre ellos Antonio. Junto a Facundo Infante y los hermanos José y Antonio Seoane, deciden emigrar a América, hacia donde parten el 31 de octubre de 1823, y tras diversas vicisitudes, consiguen llegar a Río de Janeiro. Atraviesan el continente para llegar finalmente al departamento de Santa Cruz, que formaría parte de la República de Bolivia. A punto estuvieron de ser fusilados, pero aprovechando la batalla de Ayacucho de 9 de diciembre de 1824, pudieron escaparse de su prisión menos Antonio González, por hallarse enfermo. Al poco recobra la salud y consigue escaparse, llegando a la ciudad peruana de Arequipa, donde vivirá los siguientes diez años.


    El extremeño se integró en los círculos de juristas, ganándose la confianza de unos hombres que, lo mismo que él querían construir un estado liberal y moderno. Importante fue su intercesión a favor del joven Baldomero Espartero, que estaba prisionero de las autoridades peruanas por espionaje. Espartero había llegado con instrucciones para las exiguas tropas españolas que en América quedaban y tras la resolución de la batalla de Ayacucho, había sido hecho prisionero, al desembarcar del barco que les traía de España. Fue Antonio, junto a otras personalidades, los que consiguieron convencer a Simón Bolívar para que le excarcelase y le permitiese volver a España.

    Al morir Fernando VII en 1833 la reina regente María Cristina de Borbón tiene necesidad de atraerse a los liberales para sostener la corona de su hija Isabel frente a las pretensiones carlistas, decretándose amnistías que posibilitan el regreso de liberales emigrados. Antonio González tiene noticia y se decide a regresar a España en 1834. Regresa a su país con fortuna y amistades políticas, lo que le auspiciaba un horizonte político muy alentador. Había contraído compromiso matrimonial con María Josefa Olañeta, hija del general español absolutista Pedro Antonio de Olañeta. En 1838 en Madrid, se celebró la boda, matrimonio del que nacerían dos hijos, Amalia y Ulpiano.

    María Cristina había aprobado el Estatuto Real de 1834, que disponía la creación de un Estamento de Procuradores, para dar salida a las aspiraciones liberales. En este organismo ocupó Antonio, en 1834 un asiento siendo elegido por Badajoz. Elegido primer secretario de la Cámara, se significó dentro del liberalismo avanzado, destacando su petición de la tabla de derechos presentada en agosto de 1834. Se vinculó políticamente a Juan Álvarez Mendizábal y Baldomero Espartero, alcanzando la vicepresidencia del Estamento de Procuradores, como consecuencia de las movilizaciones populares de septiembre de 1835, que elevaron al gobierno a Juan Álvarez Mendizábal. En febrero de 1836 de nuevo fue elegido procurador por Badajoz, como presidente de dicho Estamento gracias a una fulgurante carrera política dentro del progresismo y a su fidelidad a Mendizábal.

    La división en el partido Liberal se acrecentó cuando Francisco Javier de Istúriz formó gobierno en sustitución de Mendizábal, más progresista, provocando que la mayoría del Estamento de los Procuradores manifestara su desaprobación mediante un voto de censura. La reforma política era ya imparable, el movimiento revolucionario iniciado con el Motín de La Granja de San Ildefonso en el verano de 1836 provocó el restablecimiento de la Constitución de 1812. El 1 de octubre de 1836 González es nombrado magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, a la vez que ejercía el de Diputado en las Cortes Constituyentes, elegido por Badajoz. Así mismo formó parte de la comisión que redactó la Constitución liberal progresista de 1837. Progresivamente va abandonando el liberalismo más radical y acercándose a los principios moderados como son la soberanía compartida y el bicameralismo. Su actividad política durante este período fue considerable, pues presidió la Cámara en dos etapas, la primera del 23 de marzo de 1836 al 25 de mayo de 1836 y la segunda del 1 de diciembre de 1836 al 1 de enero de 1837 y ocupó el puesto de Ministro de Gracia y Justicia en dos etapas, desde el 6 al 9 de diciembre de 1838 de manera interina y desde el 20 de julio al 12 de agosto de 1840.

    Una rotunda victoria de los moderados, provocó que Antonio fuera apartado de las Cortes, pero ocupando, esta vez por Huelva, un puesto en el Senado. A lo largo del año 1839 se suceden los gobiernos moderados. Los debates se intensifican a propósito de la firma del convenio como consecuencia del abrazo de Vergara, que había puesto fin al conflicto de la Primera Guerra Carlista.

    En las elecciones de enero la mayoría progresista fue sustituía por otra moderada, logrando esta vez Antonio González su acta de Diputado suplente por Valencia. Se plantearon entonces una serie de proyectos legislativos que buscaban la modificación del sistema político, con vistas a anular a los progresistas como fuerza política. La chispa de la insurrección progresista fue la presentación de un proyecto de ley municipal, que buscaba eliminar la independencia de los municipios. El grupo progresista argumentó contra ella afirmando que era anticonstitucional. El pulso entre moderados apoyados por María Cristina y progresistas se saldó con la sanción de la normativa local y, posteriormente, con la dimisión del gobierno moderado.

    La vinculación de Antonio González con Espartero hace que María Cristina le nombre el 20 de julio presidente del ejecutivo y también de la cartera de Gracia y Justicia, el cual pone como condición para aceptar, que se debe aceptar un programa de clara significación progresista, en el que se recogían diversas disposiciones: la rígida observancia a los principios del régimen representativo y la ampliación de las funciones del Consejo de Ministros en detrimento de la Corona, además de tener que aceptar la anulación de la reforma municipal y la disolución de las Cortes antes aprobada. María Cristina se negó a aceptar estos términos e impugnó su nombramiento, siendo el único rechazado del resto de compañeros de gabinete. Ante la oposición real, González abandona el ejecutivo el 12 de agosto de 1840 y se suma entonces al movimiento insurreccional juntista, incorporándose a las reuniones celebradas en Madrid, siendo nombrado representante en la capital de la institución revolucionaria constituida en la provincia de Huelva.

    La revolución progresista trae consigo la caída del gobierno, y con ella la expulsión de María Cristina, que debe ceder su puesto de regente a Espartero. Antonio González acepta integrarse a la comisión establecida en el Ministerio de Gracia y Justicia para el examen de las causas políticas, y después, en febrero de 1841 el cargo de embajador en Londres. En aquellos momentos era esencial tener a alguien competente y cercano a Espartero en Gran Bretaña, al ser esta nación un aliado de la causa liberal en España. Su conocimiento del inglés y la antigua amistad con políticos británicos como lord Palmerston y lord John Russell, posibilitaron el buen entendimiento. Poco duró como embajador, reclamado a España, al ser elegido Diputado por Badajoz y Valencia en las elecciones en abril de ese mismo año. Espartero le necesitaba para la etapa política que estaba iniciado.

    Antonio es nombrado Jefe del Gobierno reservándose la cartera de Estado, convirtiéndose en el hombre fuerte del momento. Esta operación, trajo consigo la ruptura de la cohesión interna del partido progresista. En general, durante los siguientes tres años, se puede observar como el extremeño antepuso su fidelidad al regente Espartero, sobre los principios del régimen representativo tan ardorosamente defendidos en su programa de gobierno. Su gabinete estuvo integrado por cinco personas, tres eran generales afines a Espartero, en donde el regente intervenía directamente, pasándose por alto los reglamentos constitucionales y aplicando soluciones militares a problemas de índole política o social.

    Durante su labor gubernativa se plantearon: medidas racionalizadoras del gasto público, se impulsaron las desamortizaciones eclesiásticas, se suprimieron definitivamente los diezmos y se abolieron los mayorazgos. Pero la oposición formulaba enmiendas y largos debates en las Cámaras, a lo que hay que sumar la creciente división de las filas progresistas. El desgaste del gobierno va en aumento y asuntos como el conocimiento público de ciertos escándalos de corrupción relacionados con contratos públicos, hacen que se produzca un voto de censura presentado en el Congreso el 28 de mayo de 1842 contra el gobierno. Al día siguiente, Antonio González rechaza la opción de disolver las Cortes y presenta la dimisión, que será efectiva el 17 de junio. Incluso en estos momentos siempre mantuvo su lealtad a Espartero.

    En las legislativas de marzo de 1843 consigue un acta por Cádiz. Durante los diez años siguientes dará un periodo llamado la Década Moderada, los moderados acapararon el poder, ya bajo el reinado de la joven Isabel II. Antonio es enviado al ostracismo político, aunque no del todo, pues consigue el cargo de Senador vitalicio desde abril de 1847.

    En 1854 se produce otra irrupción de la política progresista en España. Baldomero Espartero se hace cargo del ejecutivo. En noviembre Antonio consigue un acta de Diputado por Badajoz y se sitúa en un principio dentro de la órbita de Espartero, aunque comienza a entreverse en él cierto alejamiento del ideario de este último. Aunque elegido Diputado, su cometido principal se desarrollará en la embajada en Londres, a cuyo frente había sido nombrado en agosto de 1854. Llega a Londres a finales de ese mes y se instala en una vivienda situada en el número 44 de Portland Place, que posibilitaba a la legación vivir con decoro, a pesar de los exiguos recursos con los que contaban. Ocupó el puesto hasta el 15 de agosto de 1856 cuando con el fin del Bienio Progresista, presenta su dimisión.

    A partir de estas fechas se alinea junto a otros progresistas en la Unión Liberal, partido liderado por Leopoldo O'Donnell, esta nueva adscripción política, supuso para Antonio una nueva etapa dorada en su carrera pública. Ya anciano, es nombrado en julio de 1858 consejero de Estado y, tras cuatro años de ejercicio de esta magistratura, el 15 de febrero de 1862 es de nuevo nombrado embajador en Londres, cargo en el que presentó su dimisión el 10 de marzo de 1863, aduciendo justificados motivos de mala salud. Desde la corona también se premia su larga carrera política y los méritos acumulados, concediéndole Isabel II el título nobiliario de marqués de Valdeterrazo por real decreto de 31 de octubre de 1864. Se mantuvo al margen de las conspiraciones y alianzas políticas que supusieron el derrocamiento de Isabel II tras el éxito de la Revolución de 1868. Poco a poco se fue acercando a las posturas de Antonio Cánovas del Castillo, quien será el artífice del restablecimiento de la monarquía en la figura de Alfonso XII. Hasta sus últimos días participó en la vida política nacional, pues con ochenta y tres años, en febrero de 1873, es elegido Senador por Almería y en plena legislatura le llega la muerte, acaecida en Madrid en 1876.

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